26 de diciembre de 2008
Revelaciones
Me deslizo en un vuelo hecho de plumas y viento frío. Las cornisas rompen a llorar cuando les llega el roce, que estalla en carraspeos de violín destemplado, de clavijas rotas. La caída se detiene en el momento en que puedo mirar hacia arriba y descubrir hilos blancos engarzando a las nubes nocturnas. El cómodo nicho de la pertenencia es una construcción que puedo deformar a voluntad y creo que debería amigarme con esa idea. Ya que estamos… ¿has visto alguna vez fango de cenizas? Yo tampoco. Esa es la cuestión.
2 /Sudor en gotas
Una lata aplastada, cara y ceca, sol y luna, día y noche. Un todo dual, pequeño, repujado por las estampidas de varios de esos insectos de carrocerías recias. Si me acuesto mirando para allá lo veo, en segundo plano, primero tu perfil, la recta pulida de tu nariz y más allá, eso.
Calor en la oreja izquierda, fibra de músculo vibrante, cuerdas de arco, melodía de guerra, música de arpones. Subibaja de soplos internos bajo la palma de mi mano. Sinestesia, sin anestesia, brutal ataque al tacto y a la vista: tensión-suave-blanca que se arroja, se encharca entre los dedos, me grita, me grita y te juro que no puedo. Entonces, llega el ruido. Un desgarro transversal, que atraviesa planos que ni siquiera sé que existen.
3 /Conjuro
La sal de la Tierra a veces le desmaquilla ese rostro de anciana horrible, de bruja casquivana y cruel. Y entonces puedo decir, sin temblar ni torcer la boca: donde sea que se pose mi pie, allí vencerá el verdor. Sí, ya lo sé… es difícil convivir con la triste deformidad de mis hijos. Pero tu país es el único lugar donde Orestes jamás podrá encontrarme.
6 de diciembre de 2008
Mi nombre es Dios
Un guiso de proporciones nobles y exquisitas
disolviéndose entre vidrios y porcelana
perdiendo sus formas, vistiéndose de efluvios violadores
yo me siento y observo
con los improbables hierros listos
para agujerear, perforar, decorar
a los cuerpos que osen acercarse
No te conozco
pero te odio
II
Todos mis líquidos internos
comienzan a ebullir en sentido horario
me quemo desde la boca
desde vos y hacia vos
risa de caballo mancado
en la habitación de un hospital
Estoy cansada de parir
de abrir las piernas, de expulsar
pulpos rojos, materias grises
puñados de tierra y cueros de serpiente
III
Se acerca el momento de la extinción
pero las cuerdas rojas
siguen atándome al silencio
es demasiado triste
quizás
tal vez
no lo sé
14 de noviembre de 2008
La hora del barómetro
Cuando enfermás con tanta gana
cerrás las filas del dolor
(Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Salando las heridas)
Trepando por las pulidas mesas
de la cocina del infierno
Estoy mordiendo un cáncer
cáncer
cáncer
cáncer
Hay crucifixión
a las cinco de la mañana
pero dejé las vasijas de arcilla
en la mesa del patio
Llovió
Y ahora me veo
exactamente igual
a cualquier estúpida
que cosecha clavos de noche
Casi me parezco a las abejas
que anidan en aquel charco de agua gris
donde hasta las piedras
se pudren prematuramente.
(Foto por Demon/Cleaner)
11 de noviembre de 2008
Achtung!
3 de noviembre de 2008
Osteogénesis imperfecta
Anemic and sweet
(Deftones - Knife Party)
Sale un ojo y entra otro
en un billar con troneras óseas
lubricado entre humores vítreos
El monóxido acaba de anotarse un punto
es casi como un pato de goma
que nada despellejado en mi bañera
Entonces, me paro en puntas de pie
y un monólogo aterrorizado
pisa el freno de tus tímpanos de piel de elefante
y mis labios enjabonados
piden una esponja para ahogar tanto hollín
Hasta que
sale un ojo y entra otro
Y al fin
puedo fumarme los dientes frente al espejo
mientras las llamas azules
comienzan a brotar desde tus dedos.
25 de octubre de 2008
18 de octubre de 2008
Cosechadora
Tomé el primer legajo de la pila que ocupaba la mitad derecha de mi escritorio. Rauschberg, Catalina. 78 años. “Al fin una vieja”, pensé. Lo cual significaba “al fin una fácil”.
Me senté, encendí un cigarrillo y me puse a leer el documento con el convencimiento desacelerado del que sabe que está haciendo algo al pedo. Así es la burocracia, en todas partes y acá también. Rituales que se cumplen dando por sobreentendido que no tienen ningún tipo de sentido. Como la cláusula número 8 del reglamento interno, que enuncia: La etapa final del trabajo NO PODRÁ COMENZAR (ese énfasis tipográfico siempre me resultaba cómico) si el recibiente (qué palabra de mierda, por Dios) no brinda la confesión oral requerida. Gajes del oficio, dicen los que llevan acá adentro más de veinte años. Una pelotudez atómica, digo yo, que entré hace sólo dos.
--------------------
Cinco metros antes de llegar al borde de la ruta, comencé a divisarla. Estaba sentada en una reposera plástica, envuelta en el grueso abrazo de un saco de lana gris. Solo sus brazos se movían, al ritmo del punto Santa Clara que iba armando de a poco la bufanda negra que ocupaba sus agujas. Según me había informado el legajo, hacía exactamente cincuenta años que doña Catalina cumplía el ritual de sentarse ahí. Precisamente, desde que su hijo de cinco años había sido atropellado en ese tramo de la ruta.
Cuando llegué a su lado, me puse en cuclillas y me mantuve en silencio, esperando el momento propicio para comenzar mi acercamiento-con-miras-a-arrancarle-unas-palabras. En uno de mis primeros encargos, me había tocado lidiar con un violador que se negaba a hablar desde que sus compañeros de celda le habían brindado una sesión particularmente violenta del tratamiento acostumbrado a los delincuentes sexuales. Después de una sucesión de preguntas que se desvanecieron vergonzosamente en el aire, conseguí poner en funcionamiento su lengua con el simple ofrecimiento de un cigarillo. Desde ese momento, aprendí que en ciertas ocasiones los gestos más simples y cotidianos pueden ser los mejores descontracturantes de cuerdas vocales.
En este caso, decidí arriesgarme y dejarme llevar por el apellido alemán de doña Catalina, por lo que acudí a la cita escondiendo en mi bolso un contenedor de plástico con varias porciones de apfel strudel que pensaba ofrecerle muy livianamente. Pero cuando me disponía a manotear el cierre del bolso, la cabeza blanca de la mujer giró bruscamente hacia mí.
–Los estuve esperando– murmuró –A alguno de ustedes.
Me ocurrió algo extraño. Los mecanismos lógicos, los benditos engranajes aceitados que giran dentro de todo y de todos, indicaban que yo debería haberme sorprendido. Pero no lo hice. Me quedé ahí, aún agachada. Las pantorrillas ya comenzaban a dolerme. Dejé pasar un rato antes de hablar.
–Cincuenta años ¿no?– dije. Me sentí muy estúpida.
–Ajá –respondió ella –Pero qué bueno que ya vino, fräulein. Me estaba empezando a cansar un poquito.
Tragué saliva. Doña Catalina rió, o más bien trinó. En un movimiento resignado, incliné la cabeza hacia donde estaba ella. El aire de su susurro cosquilleó cálidamente en mi oreja. Sentí un escalofrío, justo en el momento en que las agujas de las que pendía la bufanda negra caían al suelo, liberadas de aquel par de manos ajadas.
--------------------
–¿Y? ¿Qué tal? –preguntó Bruzzone, mi supervisor
–Normal, qué se yo. Lo mismo de siempre –respondí.
–Bueno, nena. A no dormirse que todavía te faltan tres más para terminar por hoy–dijo moviendo las manos como si batiera el aire.
–Seh, ya sé –dije sin mirarlo, mientras mi úlcera pateaba cual feto en gestación.
Bruzzone ya estaba parado en el marco de la puerta, a punto de salir de la habitación. De repente, la idea que me hacía picar el occipital saltó a mis labios.
–Che, Bruzzone. ¿Alguna vez…?
–¿Qué, nena? –preguntó dándose vuelta
–Nada, Bruzzone –le contesté luego de dos exactos y redondos segundos –Olvidate.
12 de octubre de 2008
2 de octubre de 2008
Té de pepino
Abandoná esa esquina
la de la paranoia
de semáforos mojados
Pegale una patada al motor
y dejate de joder de una vez
¿querés?
Pero, hagas lo que hagas
no te caigas
por favor
29 de septiembre de 2008
Doble exposición
acaba de vomitar
al sueño elidido
Y despertás
debajo de aquellas vigas
sonrientes de fisuras cromadas
Que gotean
aromas clorhídricos
mientras la luz se enciende
para revelar
los contornos de una lluvia impúdica
------------------
Una vez, hace años
te dormiste con esa sensación
(la de aquel líquido caliente
corriendo entre tus omóplatos)
Nunca supiste por qué
hasta este momento
en el que la luz se enciende
para revelar
los contornos del brillante bostezo escarlata
que se ha posado en tu nuca.
Abelardo Castillo - Also sprach el señor Núñez (Fragmento)
–Buen día, miserables.
Veinte empleados, tres jefes de sección y un gerente sintieron recorrido el espinazo por una descarga eléctrica que los unía en misterioso circuito. En el silencio sepulcral de la oficina, las palabras de Núñez resonaron fantásticas, lapidarias, apocalípticas, increíbles. Nadie habló ni se movió.
–Buen día, he dicho, miserables.
Núñez, con calma, corrió su escritorio hasta ponerlo frente a los demás y, como un catedrático a punto de dar una clase magistral, apoyó el puño derecho sobre el mueble, estiró a todo lo largo el brazo izquierdo y apuntando al cielo raso con el índice, dijo:
–Cuando un hombre, por un hecho casual, o por la síntesis reflexiva de sus descubrimientos cotidianos, comprende que el mundo está mal hecho, que el mundo, digamos, es una cloaca, tiene que elegir entre tres actitudes: o lo acepta, y es un perfecto canalla como ustedes, o lo transforma, y es Cristo o Lenin, o se mata. Señores míos, yo vengo a proponerles que demos el ejemplo y nos matemos de inmediato.
27 de septiembre de 2008
20 de septiembre de 2008
Laudes
3 de septiembre de 2008
FX
Down your throat and steal your energy
You took everything but my will to be
Now the loss of your god won't make me bleed
(Alice In Chains - I Can't Remember)
Te sobrevivís con tantas ganas
que podrías convertir en astillas
a todas las selvas de este mundo
Azules son las sábanas
que acuden a tu auxilio
cuando el acero
se convierte en húmedo terciopelo
(pero no lo sabrás
hasta que el insomnio
te viole sobre ellas)
Sos la fotografía
de una realidad inasible
pero la nafta ya se congela
en una prisión de goma
alrededor de tus rodillas
Es cuestión de quemar todo
o de hundirse
pensando que no se puede beber
lo que no se huele
no se puede navegar
lo que no es agua
no se puede morir
cuando no hay un mañana.
2 de septiembre de 2008
26 de agosto de 2008
William Burroughs - Yonqui (Fragmento)
Me hizo la pregunta que hacen todos:
–¿Por qué siente la necesidad de consumir droga, señor Lee?
Cuando se oye esa pregunta, se puede estar completamente seguro de que quien la hace no sabe absolutamente nada de la droga.
–La necesito para salir de la cama por las mañanas, para afeitarme y para tomar el desayuno.
–Quiero decir físicamente
Me encogí de hombros. Lo mejor habría sido darle la respuesta que quería, para que se fuera: "Me causa placer".
La droga no causa placer. Para un yonqui, la droga es importante porque es lo que causa la adicción. Nadie sabe lo que es la droga hasta que se tiene el síndrome de abstinencia.
El médico asintió. Personalidad psicopática. Se levantó. Bruscamente, cambió de cara y arboló una sonrisa obviamente dirigida a mostrar su comprensión y diluir mi reticencia. Esa sonrisa se fue esfumando y se transformó en una mueca lúbrica y demente. Se inclinó hacia adelante y colocó su sonrisa junto a mi cara.
–¿Su vida sexual es satisfactoria? –preguntó–. ¿Sus relaciones sexuales con su mujer son satisfactorias?
–¡Oh, si! –respondí–. Cuando no estoy drogado.
Se enderezó. Mi respuesta no le había gustado en absoluto.
–Muy bien, volveré a visitarlo.
Enrojeció y se fue hacia la puerta, avergonzado. Me di cuenta de que era un farsante en cuanto entró a la habitación –era evidente que montaba aquel número de seguridad en sí mismo para él y para los demás–, pero esperaba que mantuviera su pose con más energía.
El médico le explicó a mi mujer que mi pronóstico era muy malo. Mi actitud ante la droga era "Bueno, ¿y qué?". Podía preverse una recaída porque los condicionamientos psíquicos de mi adicción no habían variado. No podía hacer nada por mí si yo no cooperaba voluntariamente. Si conseguía mi cooperación, podría, al parecer, desarmar mi psique y volverla a armar en ocho días.
21 de agosto de 2008
Tarde
donde los alados carbones en ascuas
insisten en golpear sus zumbantes cabezas
Pero ya no puedo moverme
Pequeños glóbulos de miedo blanco
comienzan a sorber el pulso
del rojo
del amarillo
del índigo
del verde
(¿están?)
Las piernas regresan, veloces, a la pelvis
los brazos se encogen
para ocultar su detestable impotencia
entre los omóplatos
Suplican por la providencia de una coraza
Pero sólo encuentran una piel cobarde
que nunca estuvo hecha
para rozar las cosas de este mundo.
19 de agosto de 2008
Nunca lejos
26 de julio de 2008
Estuario
de silicio fundido
soplo hacia el cielo
Y las palabras
se encarnan en peces
sentados a la mesa
de una agonía estúpida
rasgándose las agallas
por el oxígeno que jamás llegará.
está cayendo desde el mar]
22 de julio de 2008
10 de julio de 2008
Anger is a gift
La ira es un regalo. Porque puede borrar hasta el amor más pretendidamente incontaminado, tan violenta y efectivamente como un estallido nuclear puede dejar solo suelo yermo y cenizas ásperas donde antes florecían rosas y retozaban niños. Sólo basta con que el amor sea negado, escarnecido, manchado con el negro tizne de la mentira o de cualquier otra infamia. Solo basta eso para que la ira dirija su infalible mira hacia el una vez adorado objetivo y lo vaporice. No va a destruirlo materialmente (aunque muchas veces así se lo desee), pero va a extraerlo para siempre de nuestra enfebrecida mente. Entonces, nuestra memoria agradecerá no tener que soportar más aquellos insidiosos y detestables recuerdos que incluían paseos de la mano por prados verdes que no conocían el otoño, películas horribles embellecidas por la compañía de la ya ausente pareja, y etcéteras ahora desplazadas por imágenes de oscurísimos augurios dirigidos hacia el futuro del antiguo objeto de afecto y, por qué no, al de sus posibles futuras parejas.
La ira es un regalo. Porque es probable que llegue el día en que miremos a nuestro alrededor y descubramos de repente que solo nos rodean paredes grises. Los mismos muros helados que nos acechan en nuestro interior, cansados de contemplar como despojamos a aquella habitación de los tesoros mas preciados para ofrecerlos convencidos a personas que nunca mas los devolverán. Es en ese momento cuando descubrimos, agazapada en algún rincón, a la ira. Y es entonces cuando nos apoyamos en su hombro para seguir caminando, convertidos casi en sombras de lo que supimos ser, pero todavía vivos, todavía respirando gracias a ella y solo a ella.
La ira es un regalo. Algunos dicen que es peligrosa, porque es más frágil que la copa de cristal mas fino: si llegara a romperse sus pedazos volarían muy lejos, como impulsados por una explosión. Entonces las heridas se repartirían entre los que queríamos de verdad ver sangrar por cortesía de las afiladas esquirlas, y los que ocasionalmente pasaban por allí y abrieron los ojos con sorpresa ante el agudo dolor del vidrio incrustándose en su piel inocente (o no tanto).
Pero las almas heridas no conocen de advertencias. Porque a veces deseamos con todas nuestras fuerzas que la ira se nos brinde a manos llenas, y sin embargo ella parece escasear tanto como el agua en el desierto. Parece burlarse de nuestra sed, mostrarse casi al alcance de la mano para luego desaparecer, como un cínico espejismo. Por eso no podemos despreciarla cuando aparece como un providencial río que viene a saciar nuestra garganta. La bebemos a tragos desesperados, dejamos que su enloquecido torrente derribe todos los diques, desborde todos los cauces, y arrase con todos los puentes. Entonces recostamos nuestra cabeza en el pasto y al fin podemos descansar tranquilos, con los oídos llenos del ansiado estruendo de las aguas que galopan libres.
(Escrito en algún momento del año 2003)
7 de julio de 2008
30 de junio de 2008
Postales del ascenso diurno por la escala de Mohs
¿Por qué nunca me despertás cuando venís acá? Una vez me dijiste que hacer eso sería una traición a tus “modos furtivos” (sic), pero no te creo. Si, ya sé que dedicarte actos de confianza no es mi especialidad, pero ahora menos que menos (siempre dudé de la validez sintáctica de esa expresión –¿hay algo que se le pueda quitar al “menos” para que sea “más menos”, o sea “menos que menos”?–, pero éste no es el momento adecuado de discutirla).
NO TE CREO porque los actos, los rituales, se desgañitan y luego tosen chorros de tinta negra sobre las palabras susurradas: sé que todos, siempre, sin duda y sin falta, son notificados de tus apariciones. Todos excepto yo, claro está.
A menos que el encanto resida en verme dormida. En observar mi rostro relajado, robado de esos gestos ampulosos que lo retuercen hasta el punto de la caricatura. En sentir la seguridad reconfortante de que no puedo hablar y, por ende, no puedo lastimarte o avergonzarte. Es lo más cercano a verme muerta, envuelta en una mortaja provisoria, estampada con flores enormes y celestes.
Después de levantarme fui hasta la cocina. Arriba de la mesada de mármol había migas de pan y un cuchillo con el filo apenas orlado de sangre. Te cortaste un dedo y no dijiste nada, mirá que sos boludo. Sabías que yo iba a rodearte la herida con metros de gasa y a atiborrarte de antibióticos para matar bichos que sólo existen en mi cabeza.
Y fue ahí cuando mi error se convirtió en yunque y me aplastó. En medio de la semi-inconsciencia, supe que nuestras heridas (las tuyas, las mías, las de todos ellos), palpitan y crepitan en amores/dolores que no se cierran, que emiten corrientes eléctricas alternas que nos desfibrilan cuando el cuore pone el freno. Y vivir adentro de esas muertes que nos alimentan, aprender a caminar ese pasillo estrecho tapizado de púas, es el sello en el pasaje de ida hacia el paraguas de piel cálida donde todo, al fin, desaparece.
Así que, la próxima vez, despertame. Ya sé que hacer.
29 de junio de 2008
26 de junio de 2008
In sorte Diaboli
Cincuenta pesos (en billetes de diez, siempre). Una marca marrón y alargada en la cara interna del muslo derecho. Algo que-no-sé-muy-bien-qué-es agazapado en algún lugar que-no-sé-muy-bien-donde-está. Dos costillas fisuradas que jamás se recalcificaron. Ojos negros, como los del 70 por ciento de las mujeres de este puto mundo. Eso es todo lo que tengo.
Anoche soñé que caminaba por el lecho seco de un río, buscando una roca que oficiaba de tapón al flujo de agua. Cuando, al fin, la encontraba y la quitaba, me daba cuenta de que del otro lado no había nada de líquido, sólo una caverna de piedra gris en la que se apilaban pedazos de carne sanguinolenta envueltos en plástico transparente.
Me desperté llorando. Hacía mucho que no me pasaba. Esas paredes de piedra eran todo el problema. Porque, justamente, me hicieron dar cuenta de que voy a envejecer en una casa gris. Nunca amarilla, ni beige, ni siquiera blanca. Gris. Con pasto amarillo en el jardín y silencios embarazados de angustia sentados en el pasillo.
Y jamás voy a parir hijos rellenos y rosaditos. Ni tampoco hijos horripilantes o deformes. Mis hijos van a ser perfectamente invisibles y van a sentarse en los bancos de la mitad del aula para hacer exámenes merecedores de sietes. Nunca ochos, ni nueves. Tampoco seis. Sietes.
Y mi muerte sobrevendrá mientras alguien me mira desde un rincón, sentado con las piernas cruzadas. Mientras, poco a poco, voy perdiendo moléculas que caen al suelo con débiles tintineos. Casi como ahora, pero con un ritmo un tanto más acelerado.
¿Ya te dije que no vale la pena esperarme?
Inter(hiper)textualidad
19 de junio de 2008
Lo inútil de la recurrencia
We see you fail
Some things never change
We hear you cry
We hear you wail
We steal that smile from your face
(Soundgarden - Head Down)
Gusto a cemento
acribillado
por una ingenuidad
tan vidriosa
como repugnante
Un tajo que se abre
para recibir
a su ansiado cuchillo
Excrecencia
de pliegues mohosos
fagocitando
mi voluntad
(la apoteosis del miedo)
Y el tejido necrotizado
que sella la lente
abriéndole un camino
a la midriasis
17 de junio de 2008
16 de junio de 2008
Guy de Maupassant - Loco (Fragmento)
¡Ah! ¡Ésa es la clave del problema! ¡Matar es un crimen porque hemos numerado a los seres! Cuando nacen se les registra, se les da un nombre, se les bautiza. La ley se apodera de ellos. ¡Eso es! El ser que no está inscrito no cuenta: matadlo en el páramo o en el desierto, matadlo en la montaña o en el llano, ¿qué importa? La naturaleza ama la muerte; ¡ella no castiga, no!
Lo que es sagrado, ¡no faltaba más!, es el registro civil. ¡Eso es! Es él el que defiende al hombre. El ser es sagrado porque está inscrito en el registro civil. Respetad al registro civil, al Dios legal. ¡De rodillas!
El Estado puede matar, por su parte, porque tiene derecho a modificar el registro civil. Cuando ha sacrificado a doscientos mil hombres en una guerra, los borra del registro civil, los suprime a manos de sus escribientes. Se acabó. Pero nosotros, que no podemos cambiar los libros de los ayuntamientos, debemos respetar la vida. ¡Registro civil, gloriosa divinidad que reinas en los templos de las municipalidades, te saludo! Eres más fuerte que la naturaleza. ¡Ja, ja!
15 de junio de 2008
Ectoplasma
13 de junio de 2008
Hidrólisis
El cuerpo recostado
capturado
por una elongación felina
sobre placas tectónicas
Que sumergen
sus planas cabezas
sus angulosas popas
nuevos continentes
montañas
volcanes
Mientras
mi boca
humedece
una o dos letras solitarias
4 de junio de 2008
3 de junio de 2008
Necromancia
Clavado a sí mismo. Autocrucificado en un acto que clama por la atención del Pater. Es un niño que le lanza berridos a la ausencia que acabó engendrándole un hermano deforme que se le adhiere a la espalda, en equidistancia entre su piel y su camisa vieja.
¿Es que acaso no sabías que Prometeo se encadenó al peñasco por sus propios medios? La tortura de sus entrañas devoradas por el águila era también su ambrosía, su sangre y ese futuro anulado por repetición que lo mantenía vivo.
La tristeza eterna solo se borra con el solaz del poder. Y no hay poder más supremo que el de ser artífice de la propia disolución.
¿Alguna vez tuviste miedo de que tu lápida quedara seca de lágrimas? Bueno, probá asesinar a todos los que no te van a llorar. Quemales un ojo y luego el corazón. Y que las sábanas coagulen solas, carajo.
por escuchar esas palabras…
1 de junio de 2008
Otoño
28 de mayo de 2008
Hálito
con mis propias manos
en plena
visibilidad reducida
Me estoy muriendo
y nadie me lo quiere decir
Hijos de puta
19 de mayo de 2008
Oxidación
las navajas entre los cabellos
marcan el momento de disolverse
y replegarse otra vez
entre estos huesos reblandecidos
para poder temblar en paz
13 de mayo de 2008
Trazado urbano
cuando uno se sitúa
en una plaza cualquiera
(preferentemente
cercana
a grandes
congestiones
edilicias)
Y recibe
un golpe seco
del revés del viento
Es entonces,
con dos porciones de polución sonora
ligeramente apoyadas
en los tímpanos...
Es entonces, decía
cuando se puede notar
el manojo de callejones
sin salida
anudados a la muñeca
Ésa es nuestra guía
Pero no hay de que alarmarse
después de todo...
¿Existe alguien
que no tenga tapones
dentro de las venas?
10 de mayo de 2008
9 de mayo de 2008
Leopoldo Marechal - Adán Buenosayres (Fragmento)
8 de mayo de 2008
It's all nonsensical
make it stop, please
please
please
leave me the fuck alone
fuck yourself alone
or go fuck somebody else.
4 de mayo de 2008
"How can such a nasty piece of work take such beautiful pictures?"
30 de abril de 2008
27 de abril de 2008
Life seeker
21 de abril de 2008
Body art
Sábado, 9 de junio de 2007
Esa noche, al igual que tantas otras, me senté en una butaca frente a la barra y pedí una cerveza negra. Mientras el diminuto y oscuro barman buscaba la botella, eché un vistazo alrededor y descubrí que, sobre una de las mesas (cubierta con un mantel que era una verdadera pesadilla cromática), dos hombres se dedicaban a mancillar un vino llamativamente decente lanzándole dosis inmundas de Pritty. Y también descubrí a F., acodado en el otro extremo de la barra en pose furtiva, casi de cara a la pared que se alzaba a su izquierda.
Recordé que la primera vez que había hablado con él (cerca de una semana antes, en el mismo abyecto escenario), la charla había versado sobre la altamente dudosa naturaleza punk de los Ramones, y F. se había mostrado particularmente lúcido en sus opiniones, así que decidí arrimar mi banco al suyo, pensando en continuar la conversación y animar un poco la atmósfera, a la vez amable y tenebrosa, de aquel antro.
Pero la esperanza de un intercambio de ideas que pudiera ahogar los quejidos de aburrimiento que la garganta de la noche venía soltando hace rato se disolvió cuando F. reaccionó con un salto de animal asustado al sonido de mi butaca arrastrada al lado de la suya. Las palabras agonizaron y murieron evaporadas en mi boca entreabierta cuando me di cuenta de que F., con afán y concentración renacentista, tallaba una intrincada versión gótica de la letra H en su antebrazo izquierdo. El vaso de vodka que lo acompañaba estaba sirviendo más como improvisado desinfectante-anestésico que como agente provocador de borrachera, y el rostro grisáceo de F. no cedía ante el dolor, sólo sus mandíbulas tensas y el brillo sudoroso de su frente parecían indicar cierto padecimiento de la carne. Retrocedí sin dejar de mirarlo y, lentamente, me zambullí en el confort de las burbujas alquitranadas, cortando con un trago profundo su gélida espera.
Cuando consideró que el filo ya había soportado suficiente calor, F. se sentó, enfrentando un rectángulo de papel. Llevó la gilette a una de las aletas de su nariz, y dio un tirón brusco hacía abajo, inclinando el cuerpo hacia delante en un movimiento mitad reflejo y mitad cálculo. Circulitos rojos de tamaños variables se encendieron en la celulosa nívea. F. parpadeó varias veces, tratando de exorcizar el dolor. Se tapó el agujero de la nariz que no había sufrido el corte y, con el otro, expulsó una violenta bocanada de aire hacia el papel. Resultó exactamente como él quería: un salpicón grosero de mocos y sangre estalló en el medio de las gotitas rojas y de la tersura blanca. Repitió la operación un par de veces más, y se levantó para vendarse la nariz en el baño. Cuando volvió, tomó una lapicera, escribió “5/7/2007” en uno de los ángulos inferiores de la hoja, agregó unas palabras más debajo y pegó su obra en la pared de la cocina, donde ya había otras 26, con fechas diferentes e igualmente decoradas con fluidos rojizos. La tinta azul con la que estaban escritas todas las leyendas en las esquinas de las hojas relucía con una fosforescencia casi fantasmal, haciendo titilar como en un cartel de neón la frase que acompañaba a todas las fechas: “Sigo vivo, la concha de su madre”.
14 de abril de 2008
Desnuda
7 de abril de 2008
Ed Tom Bell
21 de marzo de 2008
Sugus
Últimamente,
tiendo a tragarme
los caramelos
con envoltorio
incluído
como mi intestino grueso
se va tapizando con retazos
rojos
azules
verdes
amarillos
O quizás, simplemente
me gusta
como todos me miran
sin saber nada
sobre mis entrañas
empapeladas
nunca vas a saber
qué fue lo que te golpeó.
16 de marzo de 2008
Roten Rosen
10 de marzo de 2008
Rojo sobre blanco
– Si, Iván, todo bien
– Mirá, Mile…yo no quiero que…
– ¡Mileeee! ¿Me dejás subir a la moto?
Milena reunió su atención y la disparó directamente sobre Galo. Prefería cualquier cosa antes que averiguar de qué manera Iván pensaba completar su oración. Necesitaba algo que cortara urgentemente con el cordón que le apretaba el torso y le contraía los pulmones. Alzó al pibe por debajo de las axilas, mientras él se reía entre dientes y le decía que le hacía cosquillas, y lo sentó en el asiento de cuerina. Se quedó mirándolo con una sonrisa que se desmayaba de a poco.
– Sos hermoso, Galo
De repente, para Milena, el rostro del nene tomó las cualidades de una máscara de esmeril. Ella lo veía. Pero no. Era hermoso. Igualito a su papá.
Galo hizo un ruidito húmedo con la nariz y giró para mirar a Iván por sobre su hombro.
– Tengo mocos, pa.
Iván palpó sus bolsillos con la teatral pereza de quien sabe que están vacíos. Milena inventó una señal inexistente, hurgó en su bolso y sacó un pañuelo que restregó con suave decisión en la nariz pecosa de Galo.
– Tomá, guardatelo – le dijo Milena al pibe, inclinándose hacia su oreja. –Me lo devolvés otro día que venga de visita.
Milena levantó la cabeza justo a tiempo para alcanzar a captar la puntita de la marea de descarado fastidio que abandonaba el rostro de Iván. El cordón tenso que le ceñía el cuerpo cayó ahora súbitamente hasta sus tobillos, anudándoselos. Sin abrir la boca, Milena bajó a Galo de la moto, lo depositó en brazos de Iván, le dio un beso fugaz a cada uno, se sentó y accionó el arranque. Cuando la envolvió el ruido del motor, quiso dejar de temblar. No pudo. Sólo consiguió la fútil victoria de controlar su cuello para que no girara hacia atrás.
– Pa…está lloviendo.
– Ya sé. No importa, en un ratito llegamos.
Galo volvió a moquear, y se sacó del bolsillito lateral de la bermuda el pañuelo de Milena. Se sonó con un estruendo mojado y se quedó mirando el trocito de tela. Después, levantó la cabeza y comenzó a olfatear el aire, exactamente como lo haría un conejo. Volvió a llevar los ojos hacia el pañuelo.
– Pa
– ¿Qué pasa?
– La lluvia. Olela. Es como Mile.
– ¿Qué?
– Que la lluvia tiene el mismo olor que Mile, pa.
Iván posó la mirada en el pañuelo que Galo sostenía en la manito derecha. Lunares rojos. Fondo blanco. Salto atrás, años atrás. Noche, sábanas arrugadas y una bombacha con lunares rojos sobre fondo blanco.
Entonces soltó de repente, pero con deliberada suavidad, la mano de su hijo.
9 de marzo de 2008
23 de febrero de 2008
J. D. Salinger - Teddy (Fragmento)
–¡Teddy, diablos! ¿Me escuchas?
Teddy giró la cintura, sin cambiar la posición vigilante de sus pies sobre la maleta, y dirigió a su padre una mirada inquisitiva, franca y pura. Sus ojos, de un color castaño pálido, no muy grandes, eran levemente bizcos, el izquierdo más que el derecho. No eran tan estrábicos como para desfigurarlo, ni siquiera para llamar la atención a primera vista. Eran sólo lo bastante bizcos como para mencionarlo, y sólo en relación con el hecho de que uno tenía que pensarlo larga y seriamente antes de desear que fueran más derechos, o más profundos, o más oscuros o más separados. Su cara, tal cual era, transmitía la sensación, aunque oblicua y lenta, de la verdadera belleza.
–Quiero que te bajes de esa maleta ahora mismo. ¿Cuántas veces quieres que te lo diga? –dijo el señor McArdle.
–Quédate exactamente donde estás, querido –dijo la señora McArdle, que evidentemente tenía problemas con su sinusitis por la mañana temprano. Tenía los ojos abiertos, pero a duras penas –No te muevas ni un centímetro –Se hallaba tendida sobre el costado derecho, con la cara vuelta hacia la izquierda, mirando a Teddy y al ojo de buey, y la espalda hacia su marido. La sábana de arriba tapaba por completo su cuerpo probablemente desnudo, cubriéndole brazos y todo lo demás, hasta el mentón– Salta para arriba y para abajo –dijo, cerrando los ojos– Aplasta la maleta de papá.
–Es algo muy brillante lo que acabas de decir –dijo el señor McArdle con una calma que quería ser firme– Pagué veintidós libras por una maleta, y le pido de bue modo al chico que no suba en ella, y tú le dices que salte encima. ¿De qué se trata? ¿Es un chiste?
–Si esa maleta no puede aguantar el peso de un chico de diez años, que tiene seis kilos menos de lo que debe pesar por su edad, no quiero esa maleta en mi camarote –dijo la señora McArdle sin abrir los ojos.
–¿Sabes lo que me gustaría hacer? –dijo el señor McArdle– Partirte la cabeza de un puntapié.
–¿Por qué no lo haces?
El señor McArdle se incorporó bruscamente sobre un codo y apagó la colilla en el vidrio de la mesita de noche.
–Uno de estos días... –empezó a decir con todo intimidatorio.
–Uno de estos días te va a dar un ataque al corazón y va a ser trágico, muy trágico –dijo la señora McArdle, gastando un mínimo de energía. Sin sacar los brazos de debajo de la sábana, se envolvió aun más en ésta– Habrá un sepelio discreto y de buen gusto, y todos preguntarán quién es esa atractiva mujer vestida de rojo sentada en la primera fila, coqueteando con el organista y haciendo un endiablado...
–Eres tan asquerosamente chistosa que ni siquiera resulta chistoso –dijo el señor McArdle, cayendo otra vez de espaldas, inerte.
25 de enero de 2008
Lysergik funeral procession
19 de enero de 2008
9 de enero de 2008
Peace, love, empathy
[Officer Levandowski states the witnesses came to do some work on the victim’s residence this morning and observed the victim lying on the floor of the greenhouse above the detached garage of the residence. SFD broke the west side French door to gain access and visually determined that the victim was obviously dead.]
[Levandowski secured the area and waited for response by Patrol supervisors and homicide. He has some knowledge of the victim and has been to the residence on a prior occasion. He is also aware that the victim is AWOL from a drug treatment center in
[The victim is found on the floor lying on his back with his head to the west and feet to the east. There is a large drying puddle of blood to the left of the victim and obvious trauma to his head. There is a Remington M-11 20 gauge shotgun between the victim’s legs with the barrel pointed towards his head and his left hand wrapped around the barrel.]
[Dr. Hartshorne will be conducting the initial examination of the victim. Dr. Hartshorne takes his photographs and then begins the on scene examination of the victim. Dr. Hartshorne states that the damage to the interior of the mouth indicates the shot was taken in the mouth. He notes there are puncture marks on the inside of the left and right elbows.]
Fiodor Dostoievsky - El jugador (Fragmento)
- ¡Qué idea tan idiota! - exclamó el general.
- ¡Qué idea tan rusa! - exclamó el francés.
Yo me reía y me moría de ganas de hacerlos enojar.
- Preferiría permanecer toda mi vida en una tienda de kirguises - exclamé - que adorar al ídolo alemán.
- ¿A qué ídolo? - gritó el general casi furioso.
- A la capacidad alemana de enriquecerse. Estoy aquí desde hace muy poco tiempo y, sin embargo, lo poco que veo hace sublevar mi naturaleza tártara. ¡Qué virtudes! Ayer recorrí unos diez kilómetros por los alrededores. Bien, es exactamente lo mismo que en esos pequeños libros alemanes ilustrados que tratan sobre moral; todas las casas tienen aquí su padre, su Vater, virtuoso y honrado. Tan honrado que uno no se atreve a hablar con él. Por la noche toda la familia lee obras edificantes. En torno de la casita se oye el silbido del viento sobre los olmos y los castaños. El sol poniente dora el tejado donde se para la cigüeña, espectáculo poético y conmovedor. Recuerdo que mi difunto padre nos leía por la noche, a mi madre y a mí, libros muy semejantes, también bajo los tilos del jardín...juzgo con conocimiento de causa. Pues bien, aquí parece que cada familia se halla en la servidumbre, sometida al Vater. Cuando el Vater ha reunido cierta suma, manifiesta su intención de transmitir a su hijo mayor su oficio o las tierras. Con eso se le niega la dote a una hija que queda condenada al celibato. El hijo menor debe buscar empleo o trabajar como sea, y sus ganancias van a engrosar el capital paterno. Sí, esto se hace aquí, estoy bien informado. Y todo ello no tiene otra causa que la honradez, una honradez llevada al extremo, y el hijo menor se imagina que es por honradez que se le explota. ¿No es esto un ideal, cuando la víctima se regocija de ser llevada al sacrificio? ¿Y después? El hijo mayor no es mucho más feliz. Tiene en alguna parte una Amalchen, la elegida de su corazón, pero no puede casarse con ella porque hace falta una determinada suma de dinero. Ellos también esperan por no faltar a la honradez y van al sacrificio sonriendo. Las mejillas de Amalchen se agrietan, la pobre muchacha se marchita. Finalmente, luego de veinte años, la fortuna ha aumentado, los florines han sido virtuosamente adquiridos. Entonces el Vater bendice la unión de su hijo mayor de ya cuarenta años con Amalchen, joven muchacha de sólo treinta y cinco, con el pecho hundido y la nariz roja. En esta ocasión vierte lágrimas, predica la moral y exhala a veces el último suspiro. El hijo mayor se convierte entonces en un virtuoso Vater y vuelta a empezar. Dentro de cincuenta o sesenta años, el nieto del Vater conseguirá un cuantioso capital y lo transmitirá a su hijo; éste al suyo y después de cinco o seis generaciones, aparece, por fin, el barón de Rothschild, Hope y Compañía o Dios sabe qué. ¿No es acaso un espectáculo grandioso? He aquí el resultado de uno o dos siglos de trabajo, de esfuerzo, de honradez, he aquí a dónde lleva la severidad, la economía, el cálculo, la cigüeña sobre el tejado. ¿Qué más se puede pedir? Más alto que esto ya no hay nada, y esos ejemplos de virtud juzgan al mundo entero condenando a aquellos que no los siguen. Pues bien, yo prefiero más divertirme a la rusa o intentar enriquecerme en la ruleta. No quiero ser Hope y Compañia al cabo de cinco generaciones. Tengo necesidad de dinero para mí mismo y no me considero un apéndice necesario del capital. Ya sé que exagero un poco, pero me alegra que esto sea lo que creo.