29 de septiembre de 2008

Abelardo Castillo - Also sprach el señor Núñez (Fragmento)

Pero un lunes, sin aviso previo, Núñez llegó a La Pirotecnia con una valija, o tal vez era un baúl grandioso, descomunal, pasó por la portería a las diez y media, no marcó la tarjeta, no subió al guardarropa. Abrió la puerta vaivén de un puntapié y dijo:
–Buen día, miserables.
Veinte empleados, tres jefes de sección y un gerente sintieron recorrido el espinazo por una descarga eléctrica que los unía en misterioso circuito. En el silencio sepulcral de la oficina, las palabras de Núñez resonaron fantásticas, lapidarias, apocalípticas, increíbles. Nadie habló ni se movió.
–Buen día, he dicho, miserables.
Núñez, con calma, corrió su escritorio hasta ponerlo frente a los demás y, como un catedrático a punto de dar una clase magistral, apoyó el puño derecho sobre el mueble, estiró a todo lo largo el brazo izquierdo y apuntando al cielo raso con el índice, dijo:
–Cuando un hombre, por un hecho casual, o por la síntesis reflexiva de sus descubrimientos cotidianos, comprende que el mundo está mal hecho, que el mundo, digamos, es una cloaca, tiene que elegir entre tres actitudes: o lo acepta, y es un perfecto canalla como ustedes, o lo transforma, y es Cristo o Lenin, o se mata. Señores míos, yo vengo a proponerles que demos el ejemplo y nos matemos de inmediato.

2 comentarios:

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

Hubo una època donde Sartre era el suplente de Jesùs devenido titular en mi partido existencial.

Una època donde la filosofìa como pedagogìa de la vida debìa anunciarse en cada rincòn del mundo.

Una instancia de mi existencia en la que la literatura era una excusa, un pròlogo a una verdad.

Hubo esa època, en la que me comprè los cuentos completos de Abelardo Castillo en ediciòn Alfaguara. En la que lo adorè como dios alternativo al esmalte resplandeciente de Georgie Borges. Y, finalmete, en la que este cuento me habìa imantado el cerebro.

Hubo, luego, un momento en que lo neguè tres veces y abjurè de su nombre. Y no me arrepiento.

Asì hablò Moncho!

Petra von Feuer dijo...

Ese es el problema de buscar dioses. Se les pide la meta imposible de la infalibilidad y, cuando eventualmente caen, se los niega. Yo me conformo con buscar héroes, que al menos tienen algo de humano.

De todas formas, es bastante peligroso eso de andar negando deidades. En cualquier momento, terminás en cuatro patas en el piso, buscando tus propios ojos debajo de la cama. Miralo a Nietzsche, si no...