Aún ahora, luego de tantos años, ese recuerdo sigue siendo extraordinariamente vívido y molesto. Tengo muchos recuerdos desagradables, pero...¿por qué no interrumpir aquí estas memorias? Me parece que fue un error comenzarlas. Sin embargo, por lo menos me he sentido avergonzado durante todo el tiempo en que las escribí, de modo que no son literatura sino un castigo y una expiación. Por supuesto no es muy interesante hacer un largo relato de cómo envenené mi vida por desintegración moral en mi húmedo agujero, por mi falta de unión con otros seres, por rencor y vanidad. Juro que no tiene interés literario alguno, pues una novela necesita un héroe, en tanto que yo he reunido aquí, casi en forma deliberada, todas las características de un antihéroe. Es inevitable que estas memorias produzcan una impresión de repugnancia, porque todos nosotros hemos perdido contacto con la vida, y todos, en cierto sentido, estamos tullidos. Hemos perdido contacto hasta tal punto, que sentimos disgusto por la vida tal como se la vive en realidad, y no podemos soportar que nos lo recuerden. Hemos llegado a un punto en que consideramos la vida real como un trabajo - casi como un trabajo penoso -, y convenimos en secreto que es del todo mejor la manera en que se la representa en la literatura. ¿Y a qué viene todo ese alboroto? ¿Por qué levantar tanto la nariz? ¿Qué exigimos? No lo sabemos. Si nuestros caprichosos deseos fueran concedidos, nosotros seríamos quienes más sufriríamos. Bueno, prúebenlo ustedes; pidán más independencia. Tomen a cualquiera, desátenle las manos, ensanchen su campo de actividades, aflojen la disciplina, y...bueno, créanme, en seguida querrán que le vuelvan a imponer la misma disciplina. Sé que lo que digo les molestará, que los hará patear el suelo y gritar:
- Habla por ti y por tus desdichas en tu maloliente agujero, pero no te atrevas a hablar de todos nosotros.
Pero escúchenme un momento. No trato de justificarme cuando hablo de todos nosotros. Por mi parte, lo único que hice fue llevar al límite lo que ustedes no se atrevieron a dejar siquiera a mitad de camino; confunden su cobardía con espíritu razonable, y gracias a ello se sienten mejor. De manera que, en definitiva, podría resultar que yo estoy más vivo que ustedes. ¡Vamos, mírenlo otra vez! ¡Pero si hoy ni siquiera sabemos dónde está la verdadera vida, qué es, ni cómo se la encuentra! Si nos quedamos sin literatura nos confundimos y nos sentimos perdidos; no sabemos a qué unirnos, qué tolerar; qué amar, qué odiar; qué respetar, qué despreciar. Hasta nos resulta molesto ser hombres, hombres de verdad, de carne y sangre, con nuestro propio cuerpo; nos avergonzamos de él y ansiamos convertirnos en algo hipotético denominado el hombre corriente. Hemos nacido muertos, y durante mucho tiempo nos pusieron en el mundo padres que están muertos a su vez. Y eso nos gusta cada vez más. Sentimos verdadero placer, por así decirlo. Pronto inventaremos una manera de ser engendrados del todo por las ideas. Pero basta; ya me he cansado de escribir estas memorias del subsuelo.
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6 comentarios:
Petra, ¿qué pasó con La Mandarina?
Muy bueno este blog, supongo que es nuevo.
Linkeado.
Gracias, Tucho. Si, es medianamente nuevo (lo abrí el mes pasado). Y con respecto a La Mandarina, yo tampoco tengo idea qué pasó...desapareció junto con Eleanor.
Quiero conseguir ese libro.
Se puede conseguir en cualquier librería, Fede, es un clásico.
Sí, pero ese no es el tema. El tema es que no tengo plata...
Es terrible cuanta enfermedad hay en ese libro, horas de llantos, gritos, disgustos pero a un Dostoievski ideologo y con una conciencia que no cualquiera pueda soportar.
A pesar de que lo consideren una obra absurda, yo me senti muy identificado con el libro.
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