La cosa es así: esto se siente como el golpe de una sartén en mis particularmente sobresalientes (sobre-salientes...así esta mejor) huesos frontales.
Esto empieza con mi menudez arrastrándose en cuatro patas, frenética y a la vez agotada, buscando algo que no sé. Algo que quizás (ojalá no, pero lo sospecho) no se supo jamás. Sigue con quejidos. Muchos, borboteantes, goteantes, blublublammmmmubuub (inserte epíteto autoagresivo aquí) baabuuuuañig. Nadie me endereza y brinda a su suerte en esta mesa donde, por elección propia, yo tengo la tarea de recoger sobras y limpiar vómitos. Con la sonrisa intacta. Empleada del mes. Garantizado.
Pero esto no sigue así. Me levanto, me golpeo el pecho. Yo no lo voy a permitir, carajo, resuena en ecos intercostales. Sabés que si, me responde el cínico insecto que vive en mi oído (que se hace llamar a sí mismo Veritas, en un acto de nauseosa aunque deslumbrante soberbia). Hace mucho que he masterizado la táctica de callarlo con el truco de asestarle el seudónimo de "autoboicot" a sus incesantes discursos. Funciona, porque al menos me doy cuenta de que ya no estoy de rodillas. Callate, me responden desde un hoyo oscuro que no alcanzo a divisar. Me río, no lo puedo evitar. Sabe(n)(mos) que esto vuelve a empezar dentro de poco. No me importa. Me río un poco más.
22 de agosto de 2007
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1 comentario:
"Autoboicot neurótico en proceso, sepa disculpar si no respondo de inmediato".
Me gustaría una remera que diga así.
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