All of my hate cannot be found
I will not be drowned by your thoughtless scheming
So you can try to tear me down
Beat me to the ground
I will see you screaming…
¿Por qué no me mataban de una vez? Tosí fragmentos de dientes astillados, sentí mis párpados cerrarse bajo la presión de una inflamación purpúrea y antropófaga. Quería desmayarme, quería (¡oh, cuánto lo quería!) pero otro deseo se puso a la par de aquel, corrió con más urgencia y lo pasó a centímetros de la línea final: la sed de aniquilación. No podían hacerme eso con tal impunidad. Se acabó.
Entonces, todo comenzó a correr como aceite de motor, viscoso y resbaladizo. No me gusta tu ropa, ¡bang! Tenés cara de imbécil, ¡bang! Vos, vos…sos demasiado rubia, ¡bang! A ver…no, todo bien con vos, pero igual, chau ¡bang!. Y así, balas, balas y más balas, casquillos humeantes, el dedo índice rígido y acalambrado, la boca abierta en un aullido de animal salvaje. Y luego, risa. No una risa enferma. No una risa sarcástica. Una risa forrada de infantil regocijo, como la de un nene al que le causa alegre sorpresa descubrir que el autito que le regalaron es a fricción y que no necesita la tracción continua de su mano para andar.
Después, me apunté a la sien. No pretendía acabar con mi vida, nada más lejos de eso. Sólo quería masticar y saborear (para después escupir) los gestos, contorsionados por el horror, de los que venían por mi. Ahora era una leprosa, una paria, una poseída…ya nadie me tocaría jamás. Lo había logrado.
I’ll bet you’d be doing like me...and it ain’t so bad
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