El sol nace y muere
en un orgasmo implosivo
que retorna una y otra vez
a su propio núcleo
en un clamor fluído y fétido
Y comienza la escalada hacia abajo
a través del cordón cianótico
que reclamó mi oxígeno
en aquel momento primal
(¿Es que acaso la muerte tiene memoria?)
Hasta pisar
este suelo
cubierto de obituarios ilegibles.
25 de noviembre de 2007
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