26 de diciembre de 2008

Revelaciones

1 /Cristales grises
Me deslizo en un vuelo hecho de plumas y viento frío. Las cornisas rompen a llorar cuando les llega el roce, que estalla en carraspeos de violín destemplado, de clavijas rotas. La caída se detiene en el momento en que puedo mirar hacia arriba y descubrir hilos blancos engarzando a las nubes nocturnas. El cómodo nicho de la pertenencia es una construcción que puedo deformar a voluntad y creo que debería amigarme con esa idea. Ya que estamos… ¿has visto alguna vez fango de cenizas? Yo tampoco. Esa es la cuestión.

2 /Sudor en gotas
Una lata aplastada, cara y ceca, sol y luna, día y noche. Un todo dual, pequeño, repujado por las estampidas de varios de esos insectos de carrocerías recias. Si me acuesto mirando para allá lo veo, en segundo plano, primero tu perfil, la recta pulida de tu nariz y más allá, eso.
Calor en la oreja izquierda, fibra de músculo vibrante, cuerdas de arco, melodía de guerra, música de arpones. Subibaja de soplos internos bajo la palma de mi mano. Sinestesia, sin anestesia, brutal ataque al tacto y a la vista: tensión-suave-blanca que se arroja, se encharca entre los dedos, me grita, me grita y te juro que no puedo. Entonces, llega el ruido. Un desgarro transversal, que atraviesa planos que ni siquiera sé que existen.

3 /Conjuro
La sal de la Tierra a veces le desmaquilla ese rostro de anciana horrible, de bruja casquivana y cruel. Y entonces puedo decir, sin temblar ni torcer la boca: donde sea que se pose mi pie, allí vencerá el verdor. Sí, ya lo sé… es difícil convivir con la triste deformidad de mis hijos. Pero tu país es el único lugar donde Orestes jamás podrá encontrarme.

6 de diciembre de 2008

Mi nombre es Dios

I
Un guiso de proporciones nobles y exquisitas
disolviéndose entre vidrios y porcelana
perdiendo sus formas, vistiéndose de efluvios violadores
yo me siento y observo
con los improbables hierros listos
para agujerear, perforar, decorar
a los cuerpos que osen acercarse

No te conozco
pero te odio

II
Todos mis líquidos internos
comienzan a ebullir en sentido horario
me quemo desde la boca
desde vos y hacia vos
risa de caballo mancado
en la habitación de un hospital

Estoy cansada de parir
de abrir las piernas, de expulsar
pulpos rojos, materias grises
puñados de tierra y cueros de serpiente

III
Se acerca el momento de la extinción
pero las cuerdas rojas
siguen atándome al silencio
es demasiado triste
quizás
tal vez
no lo sé