21 de agosto de 2008

Tarde

Cuatro colores lloran desde la ventana
donde los alados carbones en ascuas
insisten en golpear sus zumbantes cabezas

Pero ya no puedo moverme

Pequeños glóbulos de miedo blanco
comienzan a sorber el pulso
del rojo
del amarillo
del índigo
del verde
(¿están?)

Las piernas regresan, veloces, a la pelvis
los brazos se encogen
para ocultar su detestable impotencia
entre los omóplatos

Suplican por la providencia de una coraza

Pero sólo encuentran una piel cobarde
que nunca estuvo hecha
para rozar las cosas de este mundo.

3 comentarios:

p.d. alvarez dijo...

Creo yo que las pieles que no tocan cosas de este mundo son más valientes, que cobardes.

Anónimo dijo...

Sé que los comentarios que no aportan nada son una cagada, pero quiero simplemente felicitarte.

Javier Martínez Ramacciotti dijo...

La piel es ya desde su estiramiento la carnatura del mundo. Accidentes de la epidermis de la tierra, somos-ya-en-el-mundo: tangibles. Si existiera la mínima posibilidad de retrotraimiento solipsista-pura alma masturbatoria- este poema no existiría. Poema sobre el renegamiento de un tacto. Un cuerpo que no fue hecho para rozar la geometría mundana, y sin embargo, roza. En ese "sin embargo" incancelable, en ese ENTRE: el poema.

Salvo pequeñas adjetivaciones("detestable") me gustó mucho. Ésto no dice nada. O todo. Who cares?