28 de diciembre de 2007

Hasta los pies

Uno de estos días
intentaré escapar
de todo lo que no sé

Y cuando alcance
la plenitud de la carretera
voy a quedarme dormida
al volante

Para despertar
dos
o quizás
tres horas después
y ver a la cordura
en el espejo retrovisor
convertida
en una mota de polvo
o en una cabeza de caballo
casi perdida
en el horizonte

Pero
así y todo
seguiré creyendo
que
"objects
in mirror
are closer
than
they
appear"

Qué pelotuda...

25 de diciembre de 2007

Ay, hijoderemilputas...

Saliste ya mil veces de la pista a respirar. A reclutar, bien maquillado y ocultando tu lunar.
Un día el bote volcó y el premio a pique se fue, todos te daban por muerto. Y vos allí, en mi remolque sin luz, como un polizón...
Mirá qué tipo espeso, sumiso como un guiso más. Un vago de mil caravanas a punto de quedar a pie. Fundiendo plomo lográs chorros de oro cochino en besos de lo más desnudos. Pero el café, con tu suerte, se enfría en mi mesa fría.
Apuntamos a tu nariz, hundimos tus pómulos y vos resplandecías. No te quedó sueño por vengar
y ya no esperás que te jueguen limpio nunca más.
Salando las heridas, jodiste a todo Cristo y más. A boluditos de la luna y tipas porno-nazi look. Un día el bote volcó y el premio a pique se fue. Todos te daban por muerto. Y vos allí, en mi remolque sin luz, como un polizón...
Tu lengua se derrite en modas de la rabia de hoy. Cuando enfermás con tanta gana, cerrás las filas del dolor. Fundiendo plomo lográs chorros de oro cochino en besos de lo más desnudos. Pero el café, con tu suerte, se enfría en mi mesa fría.
Apuntamos a tu nariz, hundimos tus pómulos y vos resplandecías. No te quedó sueño por vengar
y ya no esperás que te jueguen limpio nunca más.

21 de diciembre de 2007

Veinte años color verde botella


Luca George Prodan
(17 de mayo de 1953 - 21 de diciembre de 1987)

17 de diciembre de 2007

Lewis Carroll - You are old, Father William

"You are old, Father William", the young man said,
"And your hair has become very white;
And yet you incessantly stand on your head
Do you think, at your age, it is right?"

"In my youth", Father William replied to his son,
"I feared it might injure the brain;
But, now that I'm perfectly sure I have none,
Why, I do it again and again."

"You are old", said the youth, "as I mentioned before,
And have grown most uncommonly fat;
Yet you turned a back-somersault in at the door
Pray, what is the reason of that?"

"In my youth", said the sage, as he shook his gray locks,
"I kept all my limbs very supple
By the use of this ointment - one shilling the box -
Allow me to sell you a couple?"

"You are old", said the youth, "and your jaws are too weak
For anything tougher than suet;
Yet you finished the goose, with the bones and the beak
Pray, how did you manage to do it?"

"In my youth", said his father, "I took to the law,
And argued each case with my wife;
And the muscular strength which it gave to my jaw
Has lasted the rest of my life."

"You are old", said the youth, "one would hardly suppose
That your eye was as steady as ever;
Yet you balanced an eel on the end of your nose
What made you so awfully clever?"

"I have answered three questions, and that is enough,"
Said his father; "don't give yourself airs!
Do you think I can listen all day to such stuff?
Be off, or I'll kick you down-stairs!"

16 de diciembre de 2007

Rodolfo Walsh - Operación Masacre (Fragmentos)

La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 me llegó de forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres y Nimzovitch que de Aramburu y Rojas, y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era el ataque a la bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana.
En ese mismo lugar, seis meses antes, nos había sorprendido una medianoche el cercano tiroteo con que empezó el asalto al comando de la Segunda División y al Departamento de Policía, en la fracasada revolución de Valle. Recuerdo cómo salimos en tropel, los jugadores de ajedrez, los jugadores de codillo y los parroquianos ocasionales, para ver qué festejo era ese, y cómo a medida que nos acercábamos a la plaza San Martín nos íbamos poniendo más serios y éramos cada vez menos, y al fin cuando crucé la plaza me vi solo, y cuando entré a la estación de ómnibus ya fuimos de nuevo unos cuantos, inclusive un negrito con uniforme de vigilante que se había parapetado detrás de unas gomas y decía que, revolución o no, a él no le iban a quitar el arma, que era un notable máuser del año 1901.
Recuerdo que después volví a encontrarme solo, en la oscurecida calle 54, donde tres cuadras más adelante debía estar mi casa a la que quería llegar y finalmente llegué dos horas más tarde, entre el aroma de los tilos que siempre me ponía nervioso, y esa noche más que otras. Recuerdo la incoercible autonomía de mis piernas, la preferencia que, en cada bocacalle, demostraban por la estación de ómnibus, a la que volvieron por su cuenta dos y tres veces, pero cada vez de más lejos, hasta que la última no tuvieron necesidad de volver porque habíamos cruzado la línea de fuego y estábamos en mi casa. Mi casa era peor que el café y peor que la estación de ómnibus, porque había soldados en las azoteas y en la cocina y en los dormitorios, pero principalmente en el baño, y desde entonces he tomado aversión a las casas que están frente a un cuartel, un comando o un departamento de policía.
Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle, y ese hombre no dijo "Viva la patria", sino que dijo: "No me dejen solo, hijos de puta".
Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?
Puedo. Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo, a la novela "seria" que planeo para dentro de algunos años y a otras cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo. La violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas, he visto un coche agujereado y adentro un hombre con los sesos al aire, pero es solamente el azar lo que me ha puesto eso ante los ojos. Pudo ocurrir a cien kilómetros, pudo ocurrir cuando yo no estaba.
Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice:
- Hay un fusilado que vive.
No sé que es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga.
Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana.

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Horacio di Chiano no se mueve. Está tendido de boca, los brazos flexionados a los flancos, las manos apoyadas en el suelo a la altura de los hombros. Por un milagro no se le han roto los anteojos que lleva puestos. Ha oído todo - los tiros, los gritos - y ya no piensa. Su cuerpo es territorio del miedo que le penetra hasta los huesos: todos los tejidos saturados de miedo, en cada célula la gota pesada del miedo. No moverse. En estas dos palabras se condensa cuanta sabiduría puede atesorar la humanidad. Nada existe fuera de ese instinto ancestral.
¿Cuánto tiempo hace que está así, como muerto? Ya no sabe. No lo sabrá nunca. Sólo recuerda que en cierto momento oyó las campanas de una capilla próxima. ¿Seis, siete campanadas? Imposible decirlo. Acaso eran soñados aquellos sones lentos, dulces y tristes que misteriosamente bajaban de las tinieblas.
A su alrededor se dilatan infinitamente los ecos de la espantosa carnicería, las corridas de los prisioneros y los vigilantes, las detonaciones que enloquecen el aire y reverberan en los montes y caseríos más cercanos, el gorgoteo de los moribundos.
Por fin, silencio. Luego el rugido de un motor. La camioneta se pone en marcha. Se para. Un tiro. Silencio otra vez. Torna a zumbar el motor en una minuciosa pesadilla de marchas y contramarchas.
Don Horacio comprende, en un destello de lucidez. El tiro de gracia. Están recorriendo cuerpo por cuerpo y ultimando a los que dan señales de vida. Y ahora...
Si, ahora le toca a él. La camioneta se para. El suelo, bajo los anteojos de don Horacio, desaparece en incandescencias de tiza. Lo están alumbrando, le están apuntando. No los ve, pero sabe que le apuntan a la nuca.
Esperan un movimiento. Tal vez ni eso. Tal vez le tiren lo mismo. Tal vez les extrañe, justamente, que no se mueva. Tal vez descubran lo que es evidente, que no está herido, que de ninguna parte le brota sangre. Una náusea espantosa le surge del estómago. Alcanza a estrangularla en los labios. Quisiera gritar. Una parte de su cuerpo - las muñecas apoyadas como palancas en el suelo, las rodillas, las puntas de los pies - quisiera escapar enloquecida. Otra - la cabeza, la nuca - le repite: no moverse, no respirar.
¿Cómo hace para quedarse quieto, para contener el aliento, para no toser, para no aullar de miedo?
Pero no se mueve. El reflector tampoco. Lo custodia, lo vigila, como en un juego de paciencia. Nadie habla en el semicírculo de fusiles que lo rodea. Pero nadie tira. Y así transcurren segundos, minutos, años...
Y el tiro no llega.
Cuando oye nuevamente el motor, cuando desaparece la luz, cuando sabe que se alejan, don Horacio empieza a respirar, despacio, despacio, como si estuviera aprendiendo a hacerlo por primera vez.

13 de diciembre de 2007

Animación suspendida


I've drown in oceans mine
I woke the dead
And still the dry bones live again

Desire
Haunts me long
The light of
Three suns and one star
Watch over me

6 de diciembre de 2007

Fan


(Andy Summers - Starstruck, 1982)



Andy Summers es el guitarrista de The Police, además de eximio fotógrafo. Pueden ver más de sus fotos acá. Hay muchísimos trabajos excelentes, pero éste me resulto por demás atractivo. El título, Starstruck, es una expresión inglesa que, como su interpretación literal sugiere, se refiere básicamente a quedarse de cara por el shock de conocer a tu ídolo. Y, en la foto, se da una curiosa situación: Andy es a la vez fotógrafo y causante de la reacción de su sujeto. Más que el gesto en el rostro del fan, creo que el centro visual de la fotografía está en el papel colgando de su mano derecha, que ahora yace laxo y olvidado: el objetivo del autógrafo ha quedado atrás momentáneamente ante la emoción paralizadora.

Gracias a Aguilucho por la sugerencia.

3 de diciembre de 2007

Charles Bukowski - La senda del perdedor (Fragmento)

La guerra estaba yendo bastante bien en Europa. Al menos para Hitler. La mayoría de los estudiantes no se pronunciaban sobre el tema. Pero los profesores auxiliares eran casi todos izquierdistas y antihitlerianos. Parecía no haber derechistas entre los profesores exceptuando al señor Glasgow, de Económicas, y lo era con discreción.
Lo correcto, intelectual y popular, era ir a la guerra contra Alemania para detener el avance del fascismo. En mi caso no tenía ningunas ganas de ir a la guerra para salvar mi modo actual de vida o el posible futuro que me esperaba. Yo no tenía Libertad. No tenía nada. Con Hitler quizás obtuviera un coño de cuando en cuando y una paga semanal de más de un dólar. Además, como había nacido en Alemania, tenía una cierta lealtad natural y no me gustaba ver cómo equiparaban a todos los alemanes con monstruos e idiotas. En los cines aceleraban las imágenes de las noticias para hacer que Hitler y Mussolini parecieran locos frenéticos. También, con todos los profesores en contra de Alemania, descubrí que personalmente me era imposible simplemente estar de acuerdo con ellos. Sin sentirme alienado, pero naturalmente contrariado, decidí oponerme a sus puntos de vista. Nunca había leído el Mein Kampf ni tenía deseos de hacerlo. Para mí, Hitler sólo era otro dictador, sólo que, en vez de mis regañinas a la hora de cenar, probablemente me volara los sesos o las pelotas si iba a la guerra a intentar pararle.
Algunas veces, cuando los profesores hablablan y hablaban sobre los horrores del nazismo (nos enseñaron a escribir "nazi" con "n" minúscula, incluso si encabezaba una frase) y el fascismo, yo me ponía en pie de un brinco y soltaba algún comentario:
- ¡La supervivencia de la raza humana depende de una selección responsable!
Lo que significaba: vigila con quién te vas a la cama; pero yo sólo sabía eso. Realmente mosqueaba a todo el mundo.
No sé de donde sacaba mis discursitos:
- Uno de los errores de la democracia es que el voto universal da lugar a un líder común que nos conduce a una vida vulgar, apática y predecible.
Evitaba cualquier referencia directa a los judíos y los negros, los cuales nunca me habían ocasionado ningún problema. Todos mis problemas provenían de los blancos no judíos. Por lo tanto yo no era nazi por temperamento o elección; fueron los profesores los que me hicieron seguir esa línea por parecerse y pensar como ellos y encima tener un prejuicio antialemán. Además yo había leído por ahí que si un hombre no creía o entendía verdaderamente la causa a la cual se adhería, de algún modo podía ser más convincente, lo que me daba una considerable ventaja sobre los profesores.
- Entrenad un caballo de tiro para convertirlo en uno de carreras y obtendréis un híbrido que no es ni veloz ni fuerte. ¡Una nueva Raza Dominadora surgirá de la selección premeditada y útil!
- No hay guerras buenas o malas. Lo único malo de una guerra es perderla. En todas las guerras ambos lados creen pelear por una Buena Causa. No se trata de saber quién tiene o no la razón, ¡se trata de comprobar quién tiene los mejores generales y el mejor ejército!
Me encantaba. Podía demostrar todo lo que me daba la gana.

2 de diciembre de 2007

El rey puerco me ha vencido

Es encantador...tan encantador. Jurás que te criaste en un balde de gusanos. Tonteras de ayer que no te dejan ser feliz. No te están quedando más de tus balas de plata. No debí decirlo, tu esclavo ahora soy.
Es encantador...tan encantador. Debo confesarte que algo me he guardado: me dejé ganar y me puse encantador. A mi alrededor todos piensan que bromeo, y es encantador que pueda sentirme así.
Es encantador...tan encantador.
Hay en tu voz un dolor ligero, encantador, con color de pillo.
Es encantador...muy encantador...tan encantador.
Sos titán del sexo, persuasivo y goloso. Tu tipa no ve que es una cerda igual que vos. Te manda mensajes de estrellita caliente, traga y hace muecas, implora y pide más.
Sos encantador...muy encantador
Lengua rosada y de terciopelo, Café del Mar y baladas tontas.
Es encantador...tan encantador. Seco, congelado, tonto y afortunado. Macho tupperware, confortable, tudo bem. Cargás con la madre de todas las resacas. Cara de tapir, de gordito bon-o-bon.
Sos encantador...muy encantador...tan encantador.


(Carlos "Indio" Solari - Te estás quedando sin balas de plata)

1 de diciembre de 2007

Y, mientras tanto, el sol se muere...


Te voy a encontrar en la oscuridad
Algún día, pronto, una de mis vidas
va a intentar matarme
Y lo va a lograr

¿Cómo será andar solito allá en la muerte?