Cuando el viento aplastó mi brazo derecho contra el poste de madera, dejé de sentir todo excepto las astillas. Como cuando un chupetín redondo se rompe bajo los dientes, exprimiendo puntitos de sangre en la viscosa pulpa bucal. La madera es de chocolate, pero duele igual.
En el fondo, suena un grito de enfermera psicótica. “Hay que extirpar… hay que extirpar”.
¿Por qué tenía la boca tan seca? La había tenido abierta demasiado tiempo, diciendo cosas de más en medio de una tormenta de arena. Te doy un consejo: cuando te digan que te calles, hacé caso.
No quiero saber qué carajo me pasa, doctor. Solamente diga si me voy a salvar. Y qué pastilla tengo que tomar. ¡Hey, ustedes!. Vengan y díganme qué es lo que tengo que hacer. Antes de que la arena y las astillas de chocolate nos tapen a todos.
24 de mayo de 2009
Tomate un ácido noventoso
21 de mayo de 2009
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